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Cultura escrita

Prohibido decir “yo” o “nosotros” en el texto académico

Siendo estudiante universitario aprendí que cuando una escribe en la academia (dígase un artículo científico, por ejemplo) debe hacerlo en impersonal. Lo escuché también en otras universidades que pude visitar, y a valiosas compañeras. De forma más concreta ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué quiere decir escribir en impersonal? Básicamente que está prohibido escribir yo o nosotros. Asumida la norma de forma acrítica, me creí aquello. Cuando alguien me pedía que revise algún texto académico, seguro esa era una de las principales observaciones. Años después, tuve la oportunidad de ser alumno por dos ocasiones de la profesora catalana Monserrat Castelló, prestigiosa estudiosa del aprendizaje de la lectura, escritura, y de la escritura académica.

En una de las primeras clases nos puso al descubierto a un grupo de estudiantes del Máster en Psicología de la Educación: ¿Se puede escribir un texto académico y recurrir a la primera persona de singular o del plural? Casi al unísono, nosotras, las estudiantes de diferentes nacionalidades, respondimos que no, casi nos parecía una respuesta obvia. La siguiente pregunta fue: ¿por qué? Era tan obvio que nos parecía un poco absurda la re-pregunta. Luego de un silencio incómodo, típico de cuando la profesora sabe la respuesta y las estudiantes no, comencé a sentirme avergonzado porque en ese momento, casi como un insight, me di cuenta que lo había asumido de forma acrítica. Sentí vergüenza por no saber el argumento para responder tal pregunta. Hubiera sido incapaz de decirle a Monserrat: es que así me dijeron que debía escribir. Y ella siempre tan contundente como suele ser me hubiera dicho en su acento catalán, ¡hombre!, ¿y el argumento?

Ella nos explicó: aquella convención provenía de las ciencias naturales en donde la objetividad no sólo que era el criterio preciado, sino que funcionaba como espada de Damocles para señalar la línea de lo que es y no científico. Desde aquí, claro que era una cuestión obvia, usar la primera persona del singular y del plural (yonosotros) era casi un pecado porque haría que nuestro texto huela a subjetividad. Y eso en la academia, como en muchas partes, para las narices cientificistas huele mal, muy mal. Lo que ocurre, decía ella, es que aún en las ciencias sociales (buena parte de ellas, en su pretensión de parecerse a las ciencias naturales) no se habían percatado que en las ciencias duras esa era una cuestión superada. Ella decía “¿se hizo un experimento?… ¿acaso se hizo solo? No no no ¡alguien lo hizo!” Y nos recomendaba “no tengan miedo a mostrarse en el texto, muestren su voz su posición”. Nos dijo, piensen en la ciencia más objetiva que ustedes consideren, vayan a la revista más prestigiosa de ese campo y me cuentan si acaso no dicen “I did, I think, We did, we think”.

Efectivamente, esa noche llegué a mi cuarto, hice búsquedas en revistas de biología molecular y encontré que aquello que mis profesores en Loja llamaban impersonal, casi no existía, era marginal al texto o bien se manifestaba de forma alternada, pero el yo/I o el nosotros/We siempre estaban presentes en el texto.

Gracias a Monserrat había entendido que en la escritura académica el argumento es imprescindible en relación a las normativas que, en su uso acrítico, pueden resultar poco útiles. Entendí que puede haber una complejidad en las cosas más simples. En ese sentido, lo que traigo a discutir en este texto no es una cuestión de tendencia, sino de intencionalidad u objetivos discursivos. En la UNAE, el otro día alguien me preguntó: David, ya que eres joven ¿cuál es la tendencia para hacer esto?, no es cuestión de tendencia sino de argumentación, respondí. Por eso ahora, cuando mis estudiantes me cuentan que otro/a profesor/a les dice que deben escribir en impersonal, porque así es la escritura académica, yo me detengo a explicar cuál es el argumento para eso. Y les pido que ellos decidan. Claro, la mayoría termina tirándose por el lado normativo: prefieren no tener problemas con aquellas profesoras y profesores que les dictan la norma y no les presentan su complejidad.

Antes de pasar a desarrollar mis argumentos sobre la complejidad, quisiera detenerme sobre lo llamado normativo a propósito de la prohibición señalada. En nuestros contextos académicos se suelen usar diversos tipos de estilos de publicación. Pero, permítanme partir de la premisa de que las Normas APA (2010) tienen una mayor difusión socialmente. En ese caso, por una parte, acudamos al antiguo manual, a la 6.ª edición de las normas APA, para considerar que esto no es novedad. En el acápite de “cualidades de la redacción” en el apartado atribución dice: “Atribuir errónea o absurdamente una acción, en un esfuerzo por mostrarse objetivo puede ocasionar equívocos. Los ejemplos de atribución impropia incluyen el uso de la tercera persona” (p. 18). Y se señala el siguiente ejemplo:

Al describir los pasos de un experimento, decir, por ejemplo, El experimentador (tercera persona) instruyó a los participantes puede resultar confuso cuando el sujeto el experimentador se refiere a usted mismo. Podría interpretarse como que usted no participó en su propio estudio. En vez de ello utilice la flexión verbal correspondiente, como: Instruí (si usted es el único autor)/instruimos (sin son varios coautores) a los participantes.

American Psychological Association, 2010, p. 18.

Por otra parte, acudamos a la 7.ª edición de las Normas APA  (2019) para comprender que, en sentido normativo, no tiene ningún sentido prohibir la escritura de yo/nosotros en el texto académico. Veamos lo que se señala en el acápite Pronouns (pronombres) en el punto 4.16 first person versus third person (Primera persona versus tercera persona):

Para evitar la ambigüedad en la atribución, use la primera persona en lugar de la tercera persona al describir el trabajo que realizó como parte de su investigación y al expresar sus propios puntos de vista. Si está escribiendo un artículo usted mismo, use el pronombre «yo»; no use el pronombre «nosotros» para referirse a usted mismo si no tiene coautor. Si está escribiendo un artículo con coautores, use el pronombre «nosotros». No se refiera a usted ni a sus coautores en la tercera persona como «el autor (es)» o «el investigador (es)» (la traducción es mía).

American Psychological Association, 2019

Bien, lejos de lo estrictamente normativo, vayamos a lo de fondo. En ese sentido, me refiero a que esta práctica, que se normativizó en la escritura académica, en realidad encierra una cuestión epistemológica que nos interpela sobre la subjetividad en la ciencia. Así pues, cuando a una le dicen que no debe escribir en primera persona es como si le dijeran que permanezca oculto entre los impersonales; entonces el buen Mario Bunge estaría contento. Pero la norma que discuto aquí tiene resonancias de mayor profundidad. Pienso que cuando a una le dicen que tiene que escribir sin recurrir al yo o al nosotros, le están sugiriendo que acepte una racionalidad científica; esto sin empacho de las consideraciones metodológicas y de rigor que eso entrañe. Entonces, parecería que hacer ciencia también comporta parecerse –en este caso escribir– como científico entre comillas de las ciencias duras. Algo que como ya he explicado, en el caso de la redacción impersonal, no tiene asidero.  Gracias a mi profesor de epistemología en la Universidad de Barcelona, Carles Riba (2015), entendí que las cuestiones filosóficas en la ciencia no tienen que ver simplemente con un antagonismo muy básico entre racionalidad e irracionalidad, sino con la posibilidad de otras racionalidades. Hace falta ampliar nuestra comprensión y sensibilidad: hay otras formas de racionalidad y saberes que también deben ser reconocidos, explorados y habrá que valorar si caben en los cánones de las ciencias occidentales y sus tradiciones de escritura. Al fin de cuentas, como indica Perez (1998), la racionalidad científica es un producto histórico.

Como ya he señalado, para mí aquel dictamen de que en el texto académico el impersonal es condición sine qua non, si lo miramos desde lo epistemológico, no debería ser una cuestión menor. Pienso que hay dos elementos de particular complejidad – ambas se relacionan entre sí. El primer elemento de profundidad estriba sobre lo que se denomina locus de enunciación. Grosfoguel (2014), citando a Donna Harway y las feministas negras, nos recuerda que los conocimientos siempre están situados: “En la filosofía y las ciencias occidentales, el sujeto que habla siempre está escondido, se disfraza, se borra del análisis. La «ego-política del conocimiento» de la filosofía occidental siempre ha privilegiado el mito del «Ego» no situado” (p. 376). Podría pensar, a partir de esto, que lo que se defiende como frialdad, distancia y objetividad en los textos académicos, no es simplemente la defensa por las características de un género discursivo, sino la defensa de una “ego-política del conocimiento”. Es decir, la negación de que hay otras formas de saber, compartir y movilizar el conocimiento, o reconocerlas como inferiores. Sobre este punto, pienso que tendría muchísimo sentido y valor señalar aquella distancia entre escribir desde el yo y escribir desde nosotras/os. Lo que habitualmente se llama plural mayestático[1] podría ser una herramienta para reconocernos como parte de un colectivo, un contexto, entre voces que, más allá del mérito o culpa resultante, reafirma al conocimiento como un bien colectivo y una producción situada. En ese caso, lejos de las banalidades ¿por qué no decir, nosotrxs/nosotres si tenemos los argumentos para hacerlo?

Ya hemos señalado que aquello de la “impersonalidad” tendría vinculación con esa oposición objetividad-subjetividad. Quizá esto se obvia porque es más sencillo dictar la normal, que razonar sobre su contenido. Y aquí está el segundo elemento de profundidad: quizá es hora de reivindicar lo subjetivo en la investigación y la escritura académica. ¿Hay posibilidad de ciencia, en tanto conocimiento humano, sin actividad humana, sin subjetividad? Insisto, creo que es hora de reivindicar la subjetividad, más no el subjetivismo. Quizá el texto que cito a continuación es demasiado largo pero pertinente. Es parte de una entrevista al profesor Fernando González Rey. Terminaré este texto como una especie de final abierto. O mejor dicho, como ventana abierta a otro texto. Cuando le preguntan sobre la comodidad de etiquetar a lo desconocido, él responde:

Relativamente cómoda y salvadora de los estatus establecidos. Por eso es que la subjetividad es una categoría tan subversiva; si tú analizas, contra la subjetividad están los sistemas autoritarios, porque evidentemente la subjetividad abre un campo imaginativo para la creación de alternativas, para la legitimación de la policromía de lo humano. En contra de la subjetividad están tanto las formas de capitalismo que manipulan a las personas para que se alienen con lógicas de consumo masivo como todas las formas de poder hegemónico que, amparadas en ideologías diversas, buscan imponer un criterio universal de lo justo, lo moral, lo patriótico y lo necesario. La emergencia del sujeto humano, social e individual, con sus producciones subjetivas, siempre representa una amenaza para las formas de dominación, con independencia de los discursos subyacentes de los cuales se quieran ocultar.

González Rey & Patiño Torres, 2017, p. 125.

Bonus track

Cara A:

Sobre la prohibición de escribir yo o nosotros, como contrargumento he decidido compartir dos ejemplos de artículos que no sean muy antiguos, pero bastante citados, ambos de revistas Q1 (SCR). Podría graficar con Dussel, Mignolo o Vygotsky, pero pongo estos ejemplos a propósito de las tendencias, que podría llamar, “wannabe scopus”. El primer artículo es del 2012, tiene 497 citas y es de la revista Educational Researcher. El segundo es del 2009, tiene 176 citas y está publicado en la revista Studies in Science Education.

1. http://dx.doi.org/10.3102/0013189×12441244

2. http://dx.doi.org/10.1080/03057260802681839

Cara b:

Un poema de Jorge Enrique Adoum que se titula: Prohibido fijar carteles.

Referencias

American Psychological Association. (2010). Manual de publicaciones de la American Psychological Association (Segunda ed.). Manual Moderno.

American Psychological Association. (2019). Publication Manual of the American Psychological Association. American Psychological Association.

González Rey, F., & Patiño Torres, J. F. (2017). La Epistemología Cualitativa y el estudio de la subjetividad en una perspectiva cultural-histórica. Conversación con Fernando González Rey. Revista de Estudios Sociales, 60, 120–127.

Grosfoguel, R. (2014). La descolonización de la economía políticas y los estudios poscoloniales: trasnmodernidad, pensamiento descolonial y colonialidad global. In B. de S. Santos & M. Meneses (Eds.), Epistemologías del Sur (perspectivas) (pp. 373–406). Akal.

Perez, C. (1998). Sobre un concepto histórico de ciencia: de la epistemología actual a la dialéctica. Lom Ediciones.

Riba, C. (2015). Veritat i objectivitat en les ciències socials: podem demanar una ciència social relativista? Discurs de Recepció Com Membre Numerari de La Secció de Filosofía i Cièncias Socials.


[1] Esto podría comprenderse como una contradicción con lo expuesto líneas arriba sobre lo que sugieren las normas APA, no obstante, el uso del plural mayestático es una opción tomando como referencia lo que se fundamenta en este texto como locus de enunciación.

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